Contratación pública, Políticas Públicas, Subvenciones

La preocupación por ejercer una buena gestión pública

Emma Ramos - Finanzas PúblicasMis queridos lectores sé que os tengo abandonados; pero el día a día, el trabajo, «me come» como a todos… El mundo moderno gira a una velocidad supersónica en la que nos encontramos imbuidos. Esta es una de las preocupaciones que saltaba en una conversación de café entre amigos -funcionarios-, la semana pasada.

Otro de los miedos de los empleados públicos es la gestión: «Nadie va a querer gestionar recursos públicos, ni en materia de contratación ni de concesión de subvenciones», me decía un alto funcionario de la Administración. El problema no es ya tanto aquel que a sabiendas comete una ilegalidad, que como se suele decir «quien la hace, que la pague»; sino que el problema lo tenemos todos aquellos que en nuestra función de gestor podemos cometer algún error, o interpretar la ley de una forma determinada que genera «suspicacias», pero en ninguno de los casos ha habido intencionalidad.

Según se va ascendiendo en el escalafón de la Administración Pública, la responsabilidad crece, como no podría ser de otro modo. El volumen de documentación, expedientes y normas que pasan por tus manos es cada vez mayor. Más personas a tu cargo. Más reuniones,…en definitiva, el volumen de trabajo es tal que o recurres a la confianza o el trabajo administrativo «no saldría» y se paralizaría la Administración Pública, con el consiguiente perjuicio a los ciudadanos que son los destinatarios últimos de los servicios públicos.

De hecho, se observa cómo en los últimos concursos de la Administración del Principado de Asturias y, supongo que en otras Administraciones, hubo personas que seleccionaban el puesto al que querían acceder, ya no por sus gustos o conocimientos, sino porque no estuviese ligado a materia de contratación o de subvenciones. Por el miedo a equivocarse o simplemente que, en un momento dado, su actuación fuese objeto de dudosa interpretación.

Otra de las consecuencias que estamos observando es que se está limitando el número «de papeles» que se mueve; nadie se atreve a firmar una Resolución por miedo a equivocarse. Los «papeles» vuelan de una a otra mesa. La Administración Pública se ralentiza.

Por tanto, fundamental resulta que se siga avanzando en las medidas de lucha contra la corrupción, en unas normas cada vez más claras, más precisas, que refundan la posible maraña normativa y se adapten a las Directivas europeas.

Tengamos esperanza, las «cosas» tienen que mejorar y la tranquilidad volver a reinar en nuestras instituciones públicas, que permitan trabajar con rigor y mayor tranquilidad en el quehacer diario de un empleado público.

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